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natural no siempre puede estar en casa de sus hijos y me– nos habitar dentro de su corazón. Pero Jesús dijo : "Si alguno me ama y. guardare mi palabra, mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada» (34). Son las Tres Divinas Perso'nas las que se unen íntima– mente al alma que está en gracia ; que hacen su morada en el justo; porque las Personas no pueden separarse. Donde está Una están las Tres. Por esto decía también, San Pablo: «Vosotros sois templo del Dios vivo» (35). Dando principio a mis' oraciones puedo dirigirme a las Tres Divinas Personas que están en mí, que habitan en mi corazón, en su casa y en mi casa. Siento que soy de la familia de Dios. «Ya no somos extranjeros y huéspe– des, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios» (36). Sin la filiación divina, que se adquiere por la gracia santificante, nada se puede merecer de. condigno para la vida eterna. Pero con ella no ,sólo nos hacemos hijos do Dios, sino también herederos de Dios y coherederos con Cristo. Hermosamente lo dice San Pablo: «Porque los que son movidos por el Espíritu de. Dios ésos son hijos de Dios. Que no habéis recibido el espíritu de siervos para recaer en el temor, antes habéis recibido el espíritu de adopción por el que ,clamamos: Abba, Pater. El Espíritu mi,smo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hi– jos de Dios, también herederos de Dios, coherederos de Cristo, supuesto que padezcamos con El, para ser con El glorificados» (37). Por esta filiación divina ,podremos ver intuitivamente a Dios, cuya posesión causará nuestra eterna felicidad. Veremos a nuestro dulce Padre, cara a cara, y a nuestro Hermano Mayor Jesús, Nuestro Redentor, gozando con nosotros de la eterna e inmensa herencia que nos dará la (34) Joann., XIV, 23. (35) II Cor., VI, 16. (J6) Eph., II, 19. (37) Rom., Vlll, 14-17.

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