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borra mi iniquidad. Lávame más y más de mi iniquidad y límpiame de mi pecado. Pues reconozco mis culpas y mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, sólo contra ti he pecado, he hecho lo malo a tus ojos para que sea reco– nocida la justicia de tus palabras y seas vencedor en el juicio. Mira que en maldad fui formado y en pecado m,e concibió mi madre» (25). Todos los descendientes de Adán vienen a este mundo con la culpa de origen, todos nacen hijos de ira. Pero San Pablo nos consuela diciendo: ce Cris– to ha resucitado de entre los muertos, como primicia de los que mueren. Porque como por un hombre vino la muerte, también por un hombre vino la resurección de los muertos. Y como en Adán hemos muerto todos, así tam– bién en Cristo somos todos vivificados» (26). Este misterio se puede explicar por un nacimiento so– brenatural que se verifica en el cristianismo. Jesús dijo al buen Nicodemo : ce En ver-dad, en verdad te digo que quien no naciere de arriba no podrá entrar en el reino de Dios». Díjole Nicodemo: ¿ Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar de nuevo en el seno de su madre y volver a nacer? Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Es– píritu Santo, no puede entrar en el reino de los cielos. Lo que nace de carne, carne es; pero lo que nace del Espí– ritu, es espíritu (27). Es necesario nacer a una nueva vida que viene de arriba; y este nacimiento se verifica en el bautismo por medio del cual nace el hombre a la vida de la gracia; se incorpora a la Iglesia y se hace hijo adoptivo de Dios con todos los derechos que le corresponden. Existe el nacimiento natural y terreno que viene por generación de los padres, ex vo(untate viri (28), y el naci- (25) Ps., L, 2,7. (26) I cor., XV, 20•22, (27) Joann., III, 3•6, (28) Joann., 1, 13. 24

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