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por instinto y por deber prodigan solícitos cu1dádos a la prole. Por desgracia no faltan padres que dejan abandonados a sus pequeñuelos, o los matan para no tener quemante– nerlos y cuidarlos. Esto sucede con frecuencia en algunos países de misiones, donde los padres dejan abandonada la niñez. Para redimir, nutrir, cuidar y educar a esos seres infantiles se ha establecido la Obra Misionera Pontificia de la Santa Infancia, que tanto bien ha prodigado median– te los ángeles de la caridad cristiana. Dice el Profeta Isaías : ce Cantad, cielos ; tierra, salta de gozo; montes, que resuenen vuestros cánticos, porque ha consolado Yavé a su pueblo, ha tenido compasión de sus males». Sión decía: ccYavé me ha abandonado, el Señor se ha olvidado de mí. ¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su vientre, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Y aunque eUa se olvidara, yo no te olvidaria. Mira, te, tengo grabada en mis manos, tus muros están siempre, delante de mi» (13). Tu providencia, Padre, gobierna todas las cosas (14). Dios Padre es sabio que conoce nuestros corazones, nues– tras inclinaciones, nuestros peligros, nuestros senderos, el fin adonde tenemos que llegar y los medios para conse– guirle. El Señor escudrií'ía los corazones (i5). Sabe vuestro Padre celestial lo que necesitáis (i6); sus ojos paternales os guardan y observan todos vuestros pasos. Al conocimiento se asocia la bondad, la cual se puede, comparar a un águila que revolotea sobre sus polluelos,: extiende sus alas, y los lleva sobre sus plumas (i7); o a. una gallina que recoge sus pollitos bajo de sus alas (i8"); (13) Is., XLIX, 13-16. (14) Sap., XIV, 3. (15) I Par., XXVIII, 9. (16) Mat., VI, 8. (17) Deut., XXXII, 11. (18) Mat., XXIII, 37. 20:
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