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nuestro Padre. Alma mía, alaba y bendice sus bondades y sus misericordias. Esto que es una verdad para todo cristiano, lo es lo mismo para todo hombre de cualquier religión, raza, co– lor o lugar que sea. Todos los habitantes del orbe pueden exclamar : Dios Criador es Nuestro Padre Celestial. Pero echa una mirada por toda la tierra y verás como son mu– chos los que no conocen, por lo menos claramente, esa verdad y no gozan de la consolación de elevar sus ojos al cielo y exclamar: ¡ Padre, Padre ... ! II. DIOS ES NUESTRO PADRE POR LA CONSER– ' VACION La conservación es una continuada creación. Un arro– yo, si cesa el manantial, se seca. Una lámpara eléctrica, si se corta la corriente, no luce. Una criatura, si cesa la acción creadora de Dios, deja de existir. Los hombres, aunque mueran los padres, pueden continuar existiendo. Un huerfanito de padre y madre, puede vivir, crecer, des– arrollarse, y llegar a ser un hombre anciano. No sucede así con el Padre celestial ; porque en el momento que ce– sase su acción conservadora las cosas volverían a la nada. La Sagrada Escritura nos representa la creación como un acto de voluntad. «Porque dijo El, y fué hecho; man– dó y así fué (10). Hágase la luz y la luz fué hecha» ((11). Pero si Dios hubiese cesado en su acto de voluntad o le hubiese retractado por un momento, todo volv:ería a la nada como antes de la creación del mundo. El Padre ce– lestial que nos crió, nos conserva. ¿Qué paternidad se puede comparar con la suya? Dios quería hacer compren– der· esta verdad a su pueblo cuando decía por el Profeta (10) Ps., XXXII, <J, (11) Gen., 1, 3. i8
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