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trado, contra algunos Protestantes, el juicio del Doctor Seráfico. Cuando le rezamos privada o públicamente pensemos que estamos orando con las mismas palabras de la Sabi– duría infinita. Oremos con Jesucristo y como Jesucristo nos enseñó. Unamos nuestras intenciones a las del divino Redentor. II. CONTENIDO SUBLIME DE LA ORACION DOMINICAL Si es excelente por razón del origen, lo es también por la materia que contiene. En la Oración Dominical tenemos un exordio y siete peticiones. En el exordio nos dirigimos a Dios Padre, porque reconocemos nuestra miseria y necesidad. Pedi– mos ayuda a Dios que nos la puede dar ; porque es todo– poderoso; y nos la quiere dar, porque es esencialmente bueno. En el símbolo decimos: Creo en Dios Padre omni– potente, y en la oración invocamos el auxilio de Dios Pa– dre que está en los cielos, rigiéndolo todo. Contiene siete peticiones : tres que se dirigen a la glo– rificación del mismo Dios, las cuatro restantes a nosotros mismos y al prójimo. Pedimos substancialmente todas las cosas que rectamente podemos suplicar de_ la bondad de Dios. Siete peticiones fundadas en la verdadera caridad universal respecto de Píos, de nosotros mismos y de nues– tro prójimo. Contiene todo lo que podemos desear y el orden con que lo debemos desear y pedir. La fórmula es totalitaria, completa y perfecta. Es una expresión integral y complexiva de todas las multiformes exigencias de la espiritualidad humana. Es como un bre– viario del Evangelio. 12

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