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sionera l_i,ranciscana de Maria que atiende a una de las salas, uno de los enfermos de los más desfigurados por la lepra, casi sin pies y sin manos, carcomido por la enfer– medad. Desde la cama se arroja al suelo de cabeza. Acu– de solícita la Hermana y le pregunta : ¿ Cuál ha sido el motivo? Obtiene como contestación una amable sonrisa del enfermo. Tres o cuatro veces volvió a repetirse la es– cena. La Hermana le obliga a declarar la causa. ¡ Oh, Her– mana! Estaba haciendo el Vía-Crucis, y para sufrir algo por Jesucristo, al acabar las estaciones, me tiraba de la cama al suelo. En los dolores físicos es necesaria la resignación cris– tiana ; la mansedumbre y la paciencia. Mirar a Cristo crucificado y padecer unidos espiritualmente con El y por El. Pedir la gracia, no de carecer del dolor, sino la fuerza para saber superarlo con resignación y con mé– rito para la eternidad. II. LIBERACION DE LOS MALES INTELECTUALES También hay males intelectuales que hacen sufrir. La limitación de las facultades, la ignorancia de la inteligen- . cia, los errores voluntarios o involuntarios. La debilidad de cabeza para el estudio. Los engaños del diablo, las ilusiones de la vida. humana. Tantos males individuales y colectivos que suceden por nuestra limitación. Dios distribuye sus talentos como le place. A cada uno le da lo que le conviene. Es necesario contentarse y nego– ciar con cinco, con tres, con d_os y hasta con uno. Después de estudiar mucho, se nos olvida lo estudia– do y es muy conveniente o necesario recordarlo toda la vida humana. Las incertezas del futuro; los recuerdos dolorosos del pasado y las aflicciones del presente tortu– ran las humanas inteligencias. Sefior, líbranos de tantas miserias. 137

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