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l. Liberación de los males f isicos. II. Liberación de los males intelectuales. III. Liberación de los males morales. IV. Liberación de la muerte eterna. l. LIBERACION DE LOS MALES FISICOS El dolor es universal. Todos gemimos bajo el peso de la tribulación. No hay ser sensible en este mundo que no sufra. El dolor es el compañero inseparable del hom– bre en este mundo. La multitud y variedad de males es incontable. Individualmente se padecen tantas enferme– dades internas o externas. Los hospitales y clínicas están repletos de enfermos de todas clases. Hay males colectivos, que alcanzan más o menos a to– dos, como las pestes, el hambre, las guerras. A peste, fa– me et bello, libera nos, _Domine. Los terremotos, los naufragios, los aluviones, los ac– cidentes de viajes, por aire, mar y tierra, afligen a la po– bre humanidad. Males individuales, familiarjes, nacio– nales, sociales inevitables se suceden cada día y cada mo– mento. El dolor físico puede ser a veces un. mal del cual se siguen bienes. Dios permite ciertos males para que el hombre expíe por sus pecados y los ajenos. De la prueba del dolor sale purificado, humillado, flexible y dócil. El dolor llevado con resignación es ocasión de muchos mé– ritos para la eternidad. Se pide a Dios que nos libre del mal, si nos conviene. Pero si no nos conviene, según los planes de la divina Providencia, debemos pedir más bien resignación, pa– ciencia y uniformidad con la voluntad de Dios. El modelo del sufrimiento fué Jesús conducido al pa– tíbulo como un manso cordero, víctima de los pecados de los hombres. En una leprosería de Mandalay (Birmania) una Mi- 136

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