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nu!3stra parte poner los medios necésarios para que la oración sea eficaz y segura la victoria. Debemos tomar todas las cautelas convenientes para cerrar las puertas, a los enemigos. A) Vigilancia. - La primera condición para defen– der la ciudadela de las incursiones de los enemigos es poner centinelas que vigilen. Vigilad y orad, dijo Jesús a los Apóstoles, para que no entréis en tentación (42). La vigilancia sobre los sen– tidos exteriores e interiores; sobre las facultades intelec– tuales y sobre todas nuestras potencias. Vigilancia sobre la fantasía, que no para y engaña fácilmente. Vigilancia sobre el corazón, que traiciona y obscurece la razón. Vi– gilancia sobre las compañías que nos rodean, los objetos o personas que nos solicitan. Vigilancia, en una palabra, sobre todas las actividades de nuestra persona para que los enemigos no as.alten nuestra ciudadela. B) Fuga de las ocasiones. - El mundo está lleno de lazos y de peligros. El que ama el peligro, en él perecerá, dij o el Espíritu Santo (43). Aproximando la estopa al fuego fácilmente se enciende. Es suma imprudencia apro– ximar el fuego a las materias inflamables. Una chispa que caiga sobre la bencina puede producir en un momen– to terribles incendios. Muchos quieren calentarse al fuego, pero no quemarse. Es el caso de repetir las palabras de la Escritura : « Stultorum infinitus est numerus» (44). El número de los tontos es infinito. Huye del peligro como de la serpiente. No te creas más fuerte que Sansón, más santo que David, ni más. sabio que Salomón. C) Fortaleza cristiana. - Hay que combatir con de- ,, nuedo 1y sin cobardía. Pensar que los dolores o placeres de este mundo son breves, mas la gloria o la pena que por (42) Matt., XXVI, 41. (43) Eccli., lll, 27. (44) Eccli., !, 15. 131

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