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vosotros mi Padre celestial, si no perdonare cada uno a su hermano de todo corazón». (29). Luego si queremos que Dios nos perdone las deudas contraídas con nuestros muchos pecados, es necesario que nosotros perdonemos también de todo corazón a to– dos los que nos han ofendido o agraviado. IV. SITUACION DE LOS NO CNI'OLICOS A los católicos con la contrición y el. sacramento, por lo menos in voto, se les perdonan los pecados. Es un dog– ma consolador de nuestra fe católica. Por esto la confe– sión del católico es un consuelo inefable. Recibido el sa– cramento con las debidas disposiciones y absuelto por el sacerdote, ministro de Dios, tiene una garantía sensible de que Dios le ha perdonado, según su promesa. ¡ Cuán– tos son los beneficios personales 'y sociales que reporta la confesión sacramental! Los infieles y las sectas acatólicas, que no tienen este sacramento, no pueden gustar de los frutos de la confe– sión sacramental. Ninguna ·garantía pueden tener del per– dón. Dios a todos puede perdonar, pero, ¡ qué diferencias tan profundas existen entre los católicos y nó católicos! Por medio de las misiones se hace llegar a los infieles los sacramentos de la Iglesia. Los ministros del culto, lds continuadores de los Apóstoles, por las facultades reci– bidas, en nombre de Dios pueden perdonar los pecados, pagar las deudas contraídas. Un japonés, padre de familia, por nombre Angero, ha... cometido graves pecados. Aunqu~ pagano, es tal el peso de sus culpas en su conciencia, que busca el perdón a to– da costa, pero no lo encuentra. Oye hablar en Nagasaki a un comerciante portugés que en tierras de Malaca exis– te un hombre, llamado Francisco Javier, que goza del (29) Matt,, XVII!, 2HS. i23

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