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QtJIN'I'A PE'11IáíóN: PERlJONANóS NVE:StRAS lJEV– DAS ASI COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUES– TROS DEUDORES (ET DIMITTE NOBIS DEBITA NOS– TRA. SICUT ET NOS DIMITTIMUS DEBITORIBUS NOSTRIS) l!:n la precedente petición suplicamos que Dios nos dé el mantenimiento corporal y espiritual de todos los días. Pero para alimentarse es necesario vivir. Los muertos no comen. El alma muere a la vida sobrenatural por los pe– cados graves. Para que pueda vivir es necesario que sebo– rren las culpas graves; que desaparezcan los impedimen– tos de la vida de la gracia. Pedir el perdón de los pecados, si queremos vivir sobrenaturalmente. MEDITACION XIV EL PERDON DE LOS PECADOS Preludio l. - Me representaré al Supremo Juez de vivos y muertos lleno de Majestad que me dice como el rey de la parábola a su siervo: «Quiero hacer la cuenta contigo> (18). Dame cuenta de tu negociación. Me consideraré como el siervo que debía diez mil talen– tos (19). Una suma fabulosa que no podía saldar. Preludio II. - PediTé al Espíritu Santo me dé a conocer mis pecados mis deudas, mis miserias y el estado deplorable (18) Matt•• XVIII. 23. (19) Ibid., ,~. 116

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