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III. EL PAN DE LA OBEDIENCIA Jesús dijo que su alimento era hacer la voluntad del Eterno Padre (:14). S. Buenaventura llama también pan al obsequio de la obediencia. El cristiano no sólo debe alimentar la mente con las verdades naturales y sobrena– turales; el corazón con el amor y los afectos, sino también toda la persona con las obras obedeciendo a la ley de Dios, a los deberes personales y a las autoridades legítimamen– te constituídas. Obedeciendo a las leyes, cumpliendo con los deberes, someti.éndose a las autoridades, se alimenta la vida cristiana, que no consiste sólo en creer, sino tam– bién en obrar. La fe con las obras son las que justifican. La fe unida a la caridad es la que da vida integral al cris– tiano. Todos los miembros del Cuerpo Místico que viven de la vida del mismo Cristo deben crecer y multiplicarse. Crece el Cuerpo Místico de Cristo cuando se agregan nue– vos miembros. Llegará a su plenitud cuando todo.s se in– corporen a El, cuando todos vivan de su vida, cuando todos se alimenten de su Cuerpo Eucarístico. Durante nuestra vida terrestre necesitamos de estos alimentos materiales y espirituales para la vida del cuer– po y del alma. Cuando pasemos a la vida ete,rna del pa– raíso nos alimentaremos con los bienes infinitos que si– guen a la visión y posesión del Dios infinito. El Salmista canta la esperanza del justo después de su muerte y dice: «Tú me enseñarás el camino de la vida, la hartura de tus bienes junto a ti, las eternas delicias a tu diestra» (15). Veo yo en ju'sticia tu faz, y sáciame, al des– pertarme, de tu gloria (16). Sácianse de la abundancia de tu casa y los abrevas en el torrente de tus delicias (17). (14) Joann., IV, 34. (15) Ps., XV, 11. (16) Ps., XVI, IS. (17) Ps., XXXV, 9. H3

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