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vivo, y vivo yo por mi Padre, así también el que me co– me vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo, no como el pan que comieron nuestros padres y murieron ; el que come este pan vivirá para siempre» (12). Este pan de que habla Jesús no es otra cosa que la Eu– caristía. Es el pan bajado del cielo, es el maná celestial que alimenta a los hijos de la Iglesia. Es el solo que da calor y vida a los fieles. Es el pan que nos da fortaleza como a Elías para continuar por el desierto de la vida y llegar al Monte de Dios Horeb (13). Este pan eucarístico sustenta la vida espiritual, repa– ra las fuerzas, da gusto. Es el pan suavísimo, dulcísimo que gusta y que nutre ... Manducantibus dat spiritus pin– guedinem. A todos los que comen de este pan da la gor– dura del espíritu, una vida exuberante de santidad, de virtudes, de gracias, de dones, de riquezas espirituales... ¡ Oh cuántos son los efectos que causa este pan euca– rístico en los que le reciben de manos del Padre y con las disposiciones que el Padre quiere! Danos, Señor, de este pan todos los días para que ca– minemos con vigor y fortaleza por el desierto de la vida para llegar al monte de la santidad. Jesús, da este alimento a tantos infieles y acatólicos que nunca gustaron de este pan celestial. Extiende el san– to sacrificio de la Eucaristía por todas las partes del mun– do para que todos puedan comer de este pan. Multiplica los sacerdotes para que en todas las partes de lá tierra con– sagren y distribuyan este pan de vida, bajado del cielo y que no puede producir la tierra... (12) JMnn., VI, 48•58. (13) III Reg., XIX, 8. i12

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