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Roma, l¡:i. rruzgria parens frugurn,, qUé poseía una nume– rosa flota frumentaria para llevar a la Urbe el grano aca– parado en los principales mercados del mundo, sin embar– go, sentía el problema del pan. Las provisiones no siempre eran consoladoras. Se narra que una vez los egipcios les llevaron cestas de hermosas ros.as , pero el Senado Romano respondió: Traednos pan, y os daremos rosas. El problema del pan existe hoy como en otros tiempos. Tiene la importancia de una verdadera cuestión social a pesar de todos los modernos adelantos. Jesús, divino Maestro, conocedor de las necesidades del hombre terrestre, nos enseña a pedir el pan cotidiano. Los Sociólogos han encomiado la belleza de esta petición in– serta en el Padre Nuestro con sentido práctico de la vida integral del hombre viador. Jesús, siempre divino y huma– no, J;t1vo compasion de la multitud que le seguía y multi– plicó los panes para saciar el hambre de aquellas gentes. Jesús bendice y premia la limosna que se hace a los en– fermos, a los pobresJ a los encarcelados,. a los débiles, a los viejos, a todos los necesitados, y la considera como hecha a El mismo en persona. «Lo que habéis hecho a uno de es– tos mis hermanos menores lo habéis hecho a mí mismo» (4). La petición incluye implícitamente un tratado de socio– logía, porque el pan es la base para el sustento de la vida corporal, familiar y social. Se pide el pan nuestro, es decir, no sólo para mí, sino para todos; porque todos somos hi– jos de Dios y tenemos los mismos derechos y deberes. La petición manifiesta la solidaridad humana y la caridad fraterna. De cada día, porque todos los días necesitamos comer, alimentarnos para conservar la vida y las fuerzas naturales. Que Dios nos dé el pan cotidiano como un don de orden natural. Debemos recibir ese pan con sentimiento de grati– tud a la divina Providencia. Señor, Padre Nuestro, el pan (4) Matt., XXV, 40, i04
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