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86 DR. P, PÍO M,ª IDE MONDREGA..' 1 -mS, O. F. M. CAP. La acción de los párrocos muy celosos debe penetrar en el seno de las familias cristianas. La acción inmedia– ta de los sacerdotes que tengan cura de almas influirá poderosamente sobre la mentalidad de los sometidos a su dirección. Acción de penetración capilar constante será como lluvia benéfica que fecunda la tierra para que dé copio– sos frutos. De semejante modo la predicación e instruc– ción constante irán penetrando en las inteligencias y los corazones para que se forme el espíritu misionero de acción y de cooperación. No basta hacer mucho ruido durante la Jornada Mi– sionera, y después olvidarse o no volver a tratar más de las misiones durante el año. Es necesaria la continuidad y perseverancia por mucho tiempo, para que las i<Ieas y los problemas misioneros penetren en las masas del pueblo. Dice el Papa: "En primer lugar, a vosotros corres– ponde fomentar entre vuestros fieles; como hace poco de– ciamos, una condición de espíritu, una apertura de alma que los haga más sensibles a las preocupaciones de la Iglesia y más aptos para comprender la antigua llamada del Señor que resuena de edad en edad: "Abandona tu pueblo, tu familia· y la casa de tu padre, y ve al lugar que yo te indicaré' (Gen., XII, 1). Una generación forma– da en estos ideales verdaderamente católicos, tanto en la familia como en la escuela, en la parroquia, en la Ac– ción Católica, en las Asociaciones piadosas, una genera– ción semejante dará a la Iglesia los Apóstoles que nece– sita para anunciar el Evangelio a todos los pueblos" (1). (1) Fidei donum. AAS., 1957, XU~ pág. 243.

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