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AYUDADilV.lE;-cooPERACIÓN MlSIONli:RA 81 otros países que se dicen católicos no son mejores que las de muchas regiones de misiones... No hay duda que el ateísmo, el indiferentismo, la irreligiosidad, etc., invaden las naciones católicas, espe– cialmente en las grandes metrópolis. No negamos la ne– cesidad de trahaj ar en este campo para la conversión y salvación de las almas; pero hemos de tener presente que el fin· específico de las mJsiones es establecer la Iglesia, a· fin de que todos los hombres dispongan de los medios necesarios y ordinarios de salvación. En los paí– ses donde ya está establecida los hombres no care1;en de este medio, y depende de su libre voluntad el acep– tarlo o no, mientras en las regiones donde todavía no se ha plantado ni desarrollado carecen de él. La salvación de los hombres por vía ordinaria tiene que venir de la Iglesia; luego es necesario hacerla llegar a todos. 5.ª En muchos países o regiones católicas hay mu– chas necesidades económicas para la Iglesia, el culto, las obras asistenciales, el paúperismo y la desocupación siempre creciente; ¿ por· qué exigir todavía la coopera– ción para ·las misiones extranjeras cuando los fieles es– tán tan agobiados con las exigencias económicas apre– miantes del propio país? A esta objeción podemos responder con las palabras del Evangelio: Haec oportet {acere, et illa non omifte– re (7). La caridad generosa y ordenada sabrá satisfacer a estos deberes, teniendo siempre en cuenta que es me– jor preparar templos vivos del- Espíritu Santo que no fastuosos templos materiales; que es más necesario ves– tir a las almas de. la vestidura nupcial de la gracia que (7) Luc., XI, 42, 6
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