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80 DR. P. PÍO M.ª [)E MONDREGANES, O. F. Mi. CAP. , -dice el P. Charles-obra en cuanto está en acto, y está en acto por su forma. En un todo, que no es accidental, sino específico, la forma de las partes es también la forma del todo. La forma del todo es, evidentemente, la que debe procurar la perfección de ese todo. Se sigue que las partes de un todo específico, por su misma for– ma, deben procurar también la perfección del todo. Ahora bien, en todo los agentes libres la necesidad de obrar se llama obligación. Luego todos los miembros de ese todo especifico que se llama Iglesia tienen la obliga– ción de procurar la perfección de la misma en modo que corresponda a su crecimiento y desarrollo, hasta llegar a las dimensiones normales. Esto es objeto de la actividad misionera" (4). 3.ª En algunos países católicos se comprueba una disminución creciente de vocaciones eclesiásticas; si a las pocas que permanecen se abre el camino para las misiones, la grey quedjlrá sin pastores... Esta objeción no tiene valor práctico. Siguiendo este criterio los Apóstoles' nunca habrían salido de Palestina: La primera necesidad es establecer la Iglesia sobre la tierra, y Dios hará germinar las vocaciones. Por una que se da para las misiones, Dios suscitará otras muchas, como está demostrado por la experiencia. Los dos gran– des Pontífices de las misiones, Benedicto XV (5) y Pío XI (6), han respondido suficientemente a esta obje– ción, y no hay motivo para insistir más en ella. 4.ª Otros dicen: Las misiones las tenemos aquí; por– que las condiciones religiosas y morales de Europa y de (4) Ibíd., pág. 167. (5) Cfr. Ma.timum illud., AAS., 1919, XI, I)lágs, 452-453. (6) Cfr. R,erum Eccl., AAS., 1926. XVIII, págs. 70-71.

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