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72 DR. P, PÍO M." !DE MO~REGANES, O. F. M!, CAP. ARTÍCULO 3J 0 . De la naturaleza misma de la Iglesia. La Iglesia es una sociedad visible, sobrenatural y perfecta, establecida por, Jesucristo Nuestro Señor a fin d.e que en ella todos los hombres redimidos con su san– gre encuentren los medios ordinarios de santificación y de salvación eterna; por tanto, esencialmente, exige se extienda ·a todos sin excepción. Es obvio que este fin no podrá conseguirse sin la cooperación de los fieles; luego están obligados a cooperar en el modo que les sea posible. En efecto, la jerarquía, los sacerdotes y misio– neros que, de una manera u otra, están destinados al apostolado, no pueden por sí solos disponer de todos Jos medios y subsidios necesarios para extender la Iglesia y evangelizar el mundo. Para que no se frustre el fin establecido por el divino Fundador es necesario que todos los miembros, incorporados a esta sociedad sobrenatural por el bautismo, trabajen y cooperen en la medida de sus fuerzas. En otras palabras: se debe procurar que la_ Iglesia s.ea católica de hecho, aun en el sentido etnoló– gico y geográfico; que llegue hasta los confines del mun– do; que no sea exótica en ninguna región de la tierra; · que se plante, se desarrolle, crezca y florezca en todas p~rtes. Evidentemente, para realizar esa empresa gigan:. tesca son necesarios los esfuE;rzos del clero, Ias fatigas <l.el misionero, la valiosa ·cooperación de todos los miem– bros, cada uno según la condición y el puesto que ocupa en la sociedad cristiana. La obligación de todos los miembros de la Iglesia· de

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