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70 DR. P. PÍO M. 0 DE MONDREGANES, O, F. M. CAi'. en la manera que se pueda y con el sacrificio propor– cionado a la gravedad (4). A este propósito dice Bene– dicto XV: "Todos aquellos que, por especial gracia del Señor, gozan de la fe y participan de los innumerables beneficios que de ella dimanan proéuren no olvidar el deber que les impone de coadyuvar a las misiones aque– lla sagrada ley por la que Dios obliga a cada uno a mirar por el bien de su prójimo (5), la que urge más grave– mente cuanto mayor es la necesidad de éste. ¿ Y qué clase de hombres más acreedores a nuestro socorro fra– ternal que los infieles?..." (6). "No hay para qué de– tenerse a probar-añade Pío XI-cuánto se aparta de la caridad que nos obliga a amar a Dios y a todos los hom– bres que aquellos que ya pertenecen al rebaño de Jesn– cristo no se cuiden para nada de aquellos otros que vagan, desgraciadamente, fuera del redil" (7). Y no se diga que esto pertenece a la jerarquía, a los constituídos pastores de almas, porque, así como un ejér– cito sin armamento y municiones no puede defendcr ni conquistar, del mismo modo los misioneros y la jerar– quía no podrán defender la fe ni conquistar _el mundo para Cristo sin los medios espirituales, intelectuales y materiales del pueblo cristiano. Como dij o San Pedro: vel ex peccato sine alieno auxilio absque magna difficuHate se li– berare potest, ut ordinarii peccatore,s, qui, si vellent aliquem, cona– tum adhihere, facile a peccato liberari vel ab eo abstinere possent, quin ah aliis iuvéntur, doceantur vel corrigantur" (cfr. NoLDIN, H., S. ,J., S11mma Tlienl. Moralis, tomo 11, De praeceptis, núm. 75, pág. 80', Oeniponten; 1930). (4) Véanse los tratado,s· de Moral cómo y cuándo ohliga el pre- cepto de la carid~d para con el prójimo. (5) Eccli.. XVII. 12. (6) Maximum illud, AAS., 191.9. XL pág. 4fi1. . (7) Rerum &cle8i_cr<', AAS., 1926, XVIII, pág. 68,

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