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60 DR. P, PÍO M. 0 DE MONIDREGANES, O. F. M1, CAP, por tanto, es necesario que tenga ardiente celo de la sal– vación de todas las almas redimidas por la sangre de Cristo. No debe existir ningún eclesiástico que no tenga interés y celo por las misiones católicas, medio ordina– rio para establecer la Iglesia y aplicar los frutos de la Redención (21). ARTÍGULO ,4,1o Deber misional de los religiosos. Las Ordenes, Institutos y Sociedades religiosas tienen también s1;1.s deberes acerca de las misiones. Aunque la vida religiosa no se ordena, de por sí directamente a la propagación de la fe, sin embargo, ella contribuye a que las personas que la profesan se hallen en un estado fa– vorable al desempeño del deber misiomil, con el trabajo efectivo misional, si son de vida activa o mixta; con el sacrificio y la oración, si de vida contemplativa. En cuanto a la obligación de ir a las misiones ex– tranjeras, se deben tener presentes las respectivas le– gislaciones: 1) Hay Ordenes e Institutos en los cuales la legislación no habla de las misiones; en este caso los superiores no pueden, generalmente, obligar a sus súb– ditos; pero pueden enviar, observadas las debidas con– diciones, a los que espontáneamente se ofrecen. 2) Hay otros Institutos en los cuales las misiones entre los aca– tólicos se enumeran como una de tantas otras obras o (21) En otras partes de es-te libro trataremos de la Unión Mi– sional del Clero, del modo de 'formarse la conciencia misionera, de la necesidad de la ciencia de Ia,s misiones para los sacerdotes y del modo de infundir el espíritu m.isional. en los fíele$,

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