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AYtJDADME.-COÓPERACIIÚN MISIONERA 41 unidad del principio se deriva la unidad del término; de la identidad del Espíritu, la identidad del Cuerpo. A la luz de esta conexión adquiere su plenitud de senti– do aquella vibrante declaración de' la Epístola a los efe– sios: Un solo cuerpo y un solo espíritu (11). Unum. cor– pus et unus Spiritus. La yuxtaposición intencionada del Cuerpo y ·Espíritu,. teniendo presente, como lo tiene San Pablo, el organismo hu.mano, ha slÍgerido, ya desde. la más remota antigüedad cristiana, la· idea de considerar el Espíritu Santo, como principio vital o alma del Cuer– po Místico, que e's la Iglesia (12). El Espíritu Vivificante invade y penetra toda la Igle– sia. Es la •luz que ilumina la mente de los predicadores para que enseñen la doctrina de Cristo. Es la llama de amor viva que enciende los corazones de todos los que anuncian el reino de bios. Por la acción visible e invisi– ble del Espíritu San to el Cuerpo Místico de Cristo cre– ce, florece, se extiende por toda la tierra. "En la natu– raleza humana se da la tendencia y la capacidad a la propagación; el hombre formado tiende a reproducir– se y comunicarse. De semejante manera el Cuerpo Mís– tico de Cristo ya constituido, formado, adulto, pletórico de vida sobrenaforal, debe procurar propagatse, comu– nicar la vida sobrenatural a los que todavía no 1a tienen, u los que no conocen a Cristo y no, viven la vida de Cristo. Extender, propagar; rimltiplicar las células de su Cuerpo Místico es la obra de las misiones que tienden a 'plantar la Iglesia, en cuyo seno se puede participar (11) IV, 4. ,12) 130VER/ loe, cit./ pá!{, 183.

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