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CAPÍTULO IV LA IGLELSIA ESENCIALMENTE MISIONERA Jesús Redentor no vino sólo para salvar a los .habi– tantes de Palestina que existían en aquel tiempo, vino para todos los hombres y para todos los siglos. 5u re– dención se extiende a todos los pueblos, a todas las ra– zas y a todas las gentes si11 límite alguno. La. Iglesia por Él fundada es católica de · derecho y se ha de procurar que lo sea también de hecho en el sentido más c~mpleto de la palabra. Las misiones tienen por fin inmediato y específico hacer la Iglesia universal. Después de la Resurrección del Maestro los Após– toles se fueron a Galilea,al monte donde Jesús les ha– bía ordenado. Y, acercándose Jesús, les habló diciendo: "Me fué dada toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y amaestrad a todas las gentes, bautizándola.s, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todas cuantas cosas os ordené. Y sabed que estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos" (1) . Establecido el reino, la sociedad, que llamó Iglesia, comunicádos los. poderes a los Apóstoles y sus sucesores, enviado el Espíritu Santificador y transfor– mador a la naciente Iglesia, ésta empieza su marcha. Se desarrolla, crece y se perfecciona por el Espíritu Santo, (1) Matth., XXVIII, 16-2(),

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