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AYUDADME.-COOPERACI1ÓN MISIONERA 215 virtió, por intervención también de San Leand:i;o. En el III Concilio de Toledo (589) se abjuró solemnemente la herejía y proclamó oficialmente la unidad católica de España. El Papa Gregorio Ma.gno mandó al monje San Agus– tín con 39 compañeros a evangelizar a los anglosajone.<;, los cuales iniciaron su apostolado bajo el favor y la pro– tección de la princesa Berta, esposa del rey Edelberto de Kent, la cual debió gozar, como cien años antes Clo– tilde, al ver que en Pentecostés de 594 se bautizaba su consorte con los súbditos. S::in Bonifacio, el gran Apóstol de Alemania; tuvo sus colaboradores apostólicos en la protección de. los Pontí~ fices, de los Obispos, de los monjes, sacerdotes, hombres y mujeres para infundir intensamente la luz del Evan– gelio en las regiones vastísimas de Alemania. Podríamos ir recorriendo la historia de las misiones en los demás pueblos escandinavos, daneses, regiones eslavas, magiares, rusos, de toda la Europa del Norte y Oriental, y veríamos cómo toda la ola arrolladora de Oriente a Occidente, -de Norte a Sur, va realizando la evangelización, no sólo por obra de los Papas, de los Obispos y de los misioneros enviados, sino también por la valiosa cooperación de Io·s reyesy reinas, de los prín– cipes y princesas, de las clases dirigentes y del pueblo sencillo, que, generalmente, sigue el ejemplo de los gran– des y poderosos en materia de religión. "~n todos los tiempos-dice Pío XII-, no sólo por el éelo incansable del Clero, sino también por la cola– boración del laicato, ha podido desarrollar su acción en– tre los pueblos en el campo religioso y social" (1). (1) Evangelii Praccones, AAS. 1 1951 1 XUII, pá~. 51~.

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