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208 t:lR. P. PÍO M.ª ;ol;: MONDREG.Ums, o. F. :Ml. CAP. San Pablo amaba tiernamente a sus discípulos y se interesaba por todas las comunidades que había funda– do. Los hermanos correspondían con generosidad y afee- · to a las solicitudes del Apóstol. En su viaje desastroso a Roma, habiendo tenido noticia los hermanos saliero:o. a recibirle al Foro Apio y a las Tres Tabernas, y Pablo, al verlos, dió gracias a Dios y cobró ánimo (24). Aunque Pablo trabajaba con sus manos para no ser gravoso, sin embargo no le .bastaba para comer, vestir, viajar, etc., pero los hermanos en la fe le socorrían en lo necesario. Lo mismo podríamos decir de los demás Apóstoles que evangelizaban otras regiones de la tierra siguiendo el ejemplo y la doctrina del Maestro. Escribe el Papa Pío XII: "Podemos afirmar que la colaboración de los seglares, hoy llamada Acción Cató– lica, no ha faltado ·nunca desde los primeros siglos de la Iglesia, sino que ha aportado siempre una preciosa ayu– da a los propagadores de la fe y una válida contribu– ción al desarrollo de la religión cristiana. A este propó– sito San Pablo recuerda a Apolo, Lidia, Aquila, Prisci– la, Filemón; él mismo escribe a los filipenses: "Te rue– go también a ti, compañero fiel, que des ayuda a aque– llos que han combatido conmigo por el Evangelio, jun– tamente con Clemente y los restantes colaboradores, cu– yos nombres están escritos en el libro de la vida" (Phil., IV, 3) (25). Período postapostólico. La rica herencia misionera dejada por los Apóstoles no fué recogida sólo por los legítimos sucesores, los Obispos, sino por una categoría especial de simples fieles que se llamaban apóstoles, (24) Act., XXVIII, 15. (25) Cfr. Evangclii Praecones, AAS. 1 1951, XLIII, pág. 5t'l.

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