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AYUDAD<Mil,_:__COOi>BRACI-ÓN M1S10NilRA 205 tunados entre los apóstoles y fueron en Cristo antes que yo. Saludad a Ampliato, a quien amo en el Señor. Salu– dad a Urbano, nuestro cooperador en Cristo, y a Euta– quis, mi amado. Saluaad a Apeles, probado en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo. Saludad a He– rodiano, mi pariente. Saludad a los de Narciso, los que son del Señor. Saludad .a Trifena ·· y a Trifosa, que han pasado muchas penas en el Señor. Saludad a Pérsida, muy amada, que sufrió muchas penas en el Señor. Salu– dad a Rufo, el elegido del Señor, y a su madre, que lo es también mía. Saludad a Asíncrito y Fenegón, Hermes, Patroba, Hermas y a los hermanos que viven con ellos. Saludad a Filólogo y a Julia, a Néreo y a su hermana, y a Olimpia y a todos los hermanos que viven c<¡m ellos. Saludabs los unos a los otros en el ósculo santo. Os sa– ludan todas las Iglesias de Cristo" (18). Pablo habla de los cristianos que estaban en Roma y le habían ayudado en sus. trabajos apostólico~. Se re– cuerda de todos y cada uno, y les envía saludos con ca– riño de padre en Cristo. En las Epístolas del Nuevo Testamento se demuestra claramente la asistencia que los fieles prestaban a los misioneros. Los cristianos acogen en sus casas a los Apóstoles y propagadores de la fe, les salvan de la furia popular agitada por los enemigos, llevan sus cartas a destinación, les mantienen, les curan cuando están en– fermos, les acompañan en los viajes y procuran lo ne– cesario, les colman de afecto. Apóstoles y fieles, unidos por los vínculos de la misma' fe, dan al mundo pagano el (18) Rom., XVI, 1-16.

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