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200 DR, P, PÍO M:" OE MONDREGA.l'l"ES, O. F. M,, CAP. La hospitalidad de los misioneros.-La hospitalidad gratuita y caritativa fué muy alabada entre los hebreos, y Jesús, en diversas ocasiones, habló de la hospitalidad y dió instrucciones a los Apóstoles cómo habían de via– jar: "No llevéis oro ni plata ni cobre en vuestro cinto, ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero es acreedor a su sustento. En cualquier ciudad o aldea en que entréis informaos de quién hay en ella digno, y quedaos aHí hasta que par– táis; y entrando en la casa saludadla. Si la casa fuere digna, venga sobre ella vuestra paz; si no lo fuere, vues– tra paz vuelva a vosotros. Si no os reciben o no escuchan vuestras palabras, saliendo de aquella casa o de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. En verd::-d os digo que más tolerablei suerte tendrá la tierra de Sodo– ma y Gomorra en el día del juicio que aquelJa ciu– dad" (9). La hospitalidad para los Apóstoles y misione– ros era de m:'.Í.xima importancia. Necesitaban el susten– to cotidiano, las cosas indispensables para los viajes y poder pernoctar en las casas de los cristianos, pues los mesones o albergues públicos eran poco decorosos y con– venientes. Pedro, después de haber resucitado a Tabita en Jope, "permaneció bastantes días en casa de Simón, el curtidor" (10). En su primera Epístola recomienda a los fieles que sean hospitalarios los unos con los otros, sin murmuración. El don que cada uno haya recibido póngalo al servicio de los otros, como buenos adminis– tradores de la multiforme gracia de Dios (11). San Juan Evangelista escribe al amado Cayo estas palabras: "No (9) Matt., X, 9-15. (10) Act., IX, 43. (ll) I Petr., IV, 9-10,

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