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198 DR. P. PÍO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. ministrador de Herodes, y Susana y otras varias que le servían de sus bienes (4). De las oblaciones y del tra– bajo los Apóstoles adquirían lo que era necesario para el Maestro y para ellos, como sucedió poco antes del en– cuentro de Jesús con la Samaritana, donde los discípu– los le dejaron solo porque habían ido a la ciudad a com– prar provisiones (5). Además, los enfermos sanados mi– lagrosamente y muchos que habían recibido beneficios de Jesús confirmaban y dilataban su misión. Jesús, después de la Resurrección, impone el manda:.. to a los Apóstoles diciendo: "Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nqmbre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (6). Después de haber recibido el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, y transformados por el mismo Espí– ritu Divino, se separan. Dispersión de los Apóstoles.-Los Apóstoles, obede– ciendo al precepto del Salvador, se dividieron el mundo para anunciar el Evangelio a toda criatura. San Pedro evangelizó Asia Menor y más tarde la capital del Impe– rio Romano. San Juan fundó muchas Iglesias en Asia, compuso el Evangelio y, relegado a la isla de Patrnos, escribió el Apocalipsis. San Andrés propagó la fe por Escitia, el Epiro y la Tracia. San Mateo, después de es– cribir su Evangelio en aramárico, se fué a Etiopía. San Bartolomé se dirigió hacia Armenia y Arabia meridio– nal. Santo Tomás, a la Siria, Mesopotamia e Indias Orien– tales. Santiago el Mayor predicó en Judea y Samaria y después se dirigió a España. Santiago el Menor perma- (4) Luc., VIII, 2-3. (5) Joann., IV, 8. · (6) Matt., XXVIII, 1'9.

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