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192 :DR. P. PÍO M,• DÉ MóNDREGANES, O. F. M, CAP. ejército mundial, una Cruzada universal para lograr la pronta conquista del mundo infiel y disidente. Unos po– drán combatir en primera fila, otros en segunda y otros en retaguardia; aquéllos en el campo misional, éstos en los países civilizados. Unos podrán aportar su acción, su talento, su pluma, su predicación... ; otros su dinero, sus bienes, su fortuna y su beneficencia, y todos podemos elevar nuestras fervientes plegarias que penetren los cie– los y hagan descender sobre el árido desierto del mundo acatólico las benéficas y saludables lluvias de la fe y de la gracia. Demos lo que tenemos, lo que podemos, lo que somos; lmpendamus nostra~, impendamus nostras, im– pendamus nos. ¡ Dios lo quiere! Jesucristo nos lo pide, las almas lo reclaman. Por la gloria de Dios, por la Sangre reden– tora de Jesús, por la salvación eterna de tantos millones de almas, cooperemos a la difusión del catolicismo, úni– co que puede proporcionar la dicha a los pueblos y la felicidad a las almas. Este es el Siglo de las Misiones; es la Hora de Dios para la conversión del mundo; es el momento en que debe ser glorificado en las inmensas latitudes donde hasta el presente era desconocido; es el tiempo en que la gloriosa enseña de la Cruz se alce victoriosa sobre los ídolos y templos paganos y la piedre– cita vista por Daniel se extienda por toda la faz de la tierra. Ayudemos, cooperemos al establecimiento de este gran reinado de Jesucristo sobre las almas, en la parro– quia, en la diócesis, en la patria, en el mundo entero. El éxito final de nuestros trabajos será ver en el día de la siega las mieses hacinadas en las trojes de la eternidad, como las vió San Juan en su Apocalipsis, cuando, des-

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