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178 DR. P. PÍO M." DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. cios contribuirán poderosamente a la acción misionera. Además, en sus corazones inocentes, abiertos a todas las impresiones, se debe ir formando la silueta interna, el perfil moral y el carácter psicológico, no sólo de hom– bres cultos, sino principalmente de verdaderos cristia– nos. Sepan que la última voluntad de Jesús forma par– te integrante de nuestra fe y de las obligaciones de nues– tra vida. ¿No deben acaso los niños ser instruídos en este punto y cumplirlo con fidelidad? La enseñanza cris– .tiana sin la instrucción misional no suministra al niño una idea completa de la religión y le priva de los más notables estímulos de la educación. La niñez ,es un pe– ríodo de formación y en él se adquieren los hábitos que acompañan después al hombre durant~ toda su vida. Si en todo el pueblo cristiano debe palpitar un gran espí– ritu misional, y si este espíritu debe traducirse en fuer– za para la expansión de la Iglesia, es menester que los corazones de los niños se familiaricen y empapen en esta doctrina (1). Es necesario inscribirles luego en la Santa Infancia, enseñarles en el hogar doméstico y en las escuelas las ventajas de la fe, la desgracia de los que carecen de ella y cuántos niños como ellos no conocen a Jesús. De aquí la necesidad de que los padres, los maestros y profesores, y t.odos cuantos están al frente de la ni- (1) Hablando de la Santa Infancia decía Benedicto ·xv: "Nos queríamos que, al ser los niños acogidos a la sombra de Institutos y Colegios privados, lejos de impedirlo, facilitase a fos niños de nues– tros tiempos la inscripción en la Santa Infancia. Cualquiera que di– rija la: educación de los niños no puede hacer cosa mejor que hacer las veces de madre; y una madre solícita del bien de sus hijos no debiera dejar de inscribirlos en la Obra de la Santa Infancia...". Cfi:. MANNA, o. c., pág. 361.

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