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XV, Juan de la· Encini;i ansía la venida del Salvador: "No te tardes que me muero, Carcelero, ino te tardes que me muero! Apresura tu venida, porque no pierda la vida, que la fe no está perdida, Carcelero, ino te tardes que me muero!" Y el madrileño Lope de Vega (siglo XVI) cantó como nadie todo ese maravilloso mun– do de la Navidad. Pedía silencio a las palme– ras para no despertar al Niño: "Palmas de Belén que mueven airados los furiosos vientos que suenan tanto, no le hagáis ruido, corred más paso, que se duerme mi Niño, ¡tened los ramos!". Y con qué elegancia majestuosa llama el poeta a aquel Pequeño, el "Amanecer del mundo", en sus "Campanitas de Belén": "Campanitas de Belén tocad al AlVA, que sale vertiendo divino aljófar, sobre el so[ que de ella nace, que los ángeles tocan, tocan y tañen". · -94-
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