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Estamos viviendo en período publicano. Lo propio de él es la sinceridad. Tan furibun– da que no respeta misterios ni sabe de posF bles escándalos. Se quiere ser auténtico por encima de cualquier cosa. Si hay que echar la vestimenta a un lado no se duda. Aquí se explica el derrumbe del secreto, los des– plantes injuriosos que el vicio propina a la sociedád y la naturalidad pecaminosa de con– ductas desaconsejables exhibiéndose impu– nemente. No me declaro por oinguna. Ambas tienen momentos premiables,y ninguna está ahí sin motivo. Si, por ejemplo, hoy se está por airear la enfermedad es porque los defenso– res de esa posición ven en ello el principio de la cura. Guarido apuntan las cicatrices que cruzan el cuerpo social -llámese Gobierno o Territorio- están llamando públicamente al médico. Cierto que lo difícil es frenarse - en el momento preciso. La salud pública se resiente_ cuando los golpes son contínuos y profundos. Esto viene porque en "El Universal" de se– manas atrás se llamaba la atención sobre una herida muy profunda que con el tiempo va a infectar a la nación venezolana. Es ésta -se– gún el articulista Ria!- "una sociedad que crece desordenadamente bajo el signo pre– dominante del matriarca.do ". La descripción de los apuros sobreveni– dos. a uno, de los encargados de levantar el censo a la hora de llenar los formularios, en razón de que muchos de los pequeños que comían en el mismo plato eran hermanos úni– camente por parte de madre, la trae a cola– ción el columnista para que hable de lo cer- . tero de su apreciación. - 90-
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