BCCCAP00000000000000000000636
tas para seguir bautizando indiscriminada– mente, mientras que· otros las han cerrado. ¡Esto ciertamente que duele! Pero no tanto como cuando esta situación se da .entre pa– rroquias de una misma ·ciudad, cercanas la una a la otra. En esos casos el dolor se sien– te más por cuanto uno percibe de inmediato la desorientación de los fieles que no aca– ban de comprender por qué en una iglesia sí y en la de al lado, no; por cuanto uno, que ha querido cumplir con lo mandado por la jerarquía, queda con el "malo", mientras el sacerdote consentidor hace el papel de "bue– no" en el aprecio de los fieles; por cuanto uno queda "corrido" ante la feligresía, que ve cómo su postura exigente se ve super,ada por el facilismo del sacerdote de al 1.ado. Al explicar esta situación a un seglar comprometido, él me dijo: "Padre ese es un caso, típico de corrupción administrativa den– tro de la Iglesia". Y me razonaba su afirma– ción del modo siguLente: "Porque si la ma– yoxía de los sacerdotes cierran la puMta, y uno la deja abierta· mientras tanto, eso no tiene otro nombre que corrupción". No comp.arto dicho juicio. Creo que más . . bien se trata de falta _de diálogo entre los responsables de las parroquias. Esto no quita que los "peques" sigan cons– tituyendo un verdadero quebradero ·de ca– beza, por lo menos en muchas parroquias del Oriente de Venezuela. ("La Religión", 1977). 84 -
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz