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bra de Dio¡:; un par de. veces al año, bien sea con ocasió'n de la fiesta del Patrón o con mo– tivo del bautismo de su hijo, por el cual, eso sí, se desplazan a costa de lo que sea. Y esto es triste, y más sabiendo que este hombre -en su mayoría campesino- es re– ceptor asiduo de todo lo que le venga, tam– bién de lo religioso. Y diría más, sobre todo de lo concerniente a la religión. Por ansia de información unas veces; otras, porque es– tá a la espera de esa respuesta clarividente que le saque del mundo mágico-supersticio– so, en que está hundido por falta de razones lúcidas a sus problemas más vitales. Y es triste, porque uno· ve cómo otras posturas religiosas distintas de la nuestra, sin tanto aparente poderío, en inenor número, pero con más visión de la jugada, están con– siguiendo una penetración del evangelio, que por lo que estoy comprobando, es firme y profunda. Firme por la estabilidad de posi– ción religiosa que confiere; y profunda, por– que sí lleva conversión interior al individuo. Hablaba no ha mucho con un no católico en su casa. Cuando llegó una hora determi– nada se levantó y con toda la naturalidad del mundo me dijo que iba a escuchar la emisión de radio sobre la Palabra de Dios. Unos tan bien alimenta.dos y otros, tan poco; así pensé entonces. ¡Emisora Católica del Oriente! ¡Qué bien sonaría a los oídos de los cató– licos de por acá; mejor a los de Dios! ¡Qué importa que suene mal a nuestro sentido eco– nómico!
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