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Por eso es que su amor es eterno, ni co- mienza ni tiene fin. · Por eso hay que transigir con expresiones humanas que quieren decirse un cariño sem– piterno, sabiendo que no puede ser. . Resulta cierto ahora aquella vieja expre– sión de los maestros de espiritualidad cuando advertían de las falacias del amor humano y de su debilidad, concluyendo que es un leja– no remedo -"destello"- de lo que es el amor de Dios. Por eso no estaría mal que, en nuestra agenda de fechas dedicadas a ensalzar a los seres queridos, hiciéramos figurar una que pudiera titularse: "El día de Dios". ("La Religión", 1973).

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