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Pero de lo que no puede caber duda es de que todo este esfuerzo intelectual, que está llevando a cabo la Iglesia, está. desfigu– rado, a los ojos del ateo y del mismo discípu– lo de Cristo, la misma noción de Cristianis– mo. Que es, antes que nada, "vivencia" según E:ll espíritu de Jesús. Hoy, con este armamento racional que pretendemos darle, corre peligro de identi– ficarlo con una "cultura de la fe en Cristo". Entonces, ¿vida contra ideología?, ¿cora– zón versus raciocinio? Creo que no es la táctica. Recuerdo que un profesor me decía: "nun– ca hay que restar, sino sumar". Deseable es la cultura sobre la fe cris– tiana, pero el vivir ésta, es una exigencia. Bernard en un libro titulado "Una nueva espiritualidad" escribía: "Hoy parece que la experiencia entre los cristianos es que antes hay que vivir y después problematizar. Las cuestiones a resolver son muchas, pero en la vida misma está la solución. No piden que se les dé una receta milagrosa para que se les ayude a vivir. No se preocupan mucho de · u-n programa de vida espiritual, y buscan, en cambio, cómo recibir el Espíritu que, día a día, les permitirá nofallar en la vida". ("La Religión", 1973). -40 -
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