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res acompañados de sus ínstrumentos crio– llos: el cuatro, las maracas, el furruco y la charrasca. A .ellas voy a referirme ahora. Aparte otras consideraciones de interés me llamó poderosamente la atención el he– cho de que hubiera un límite tan bien marca– do entre lo que se consideraba "antes" espa– cio sagrado y espacio profano. (Al decir "an– tes" pongo por medio ese proceso tan com– bativo llamado "secularización", para quien esas particiones son signo de restos mani– queos). Para el templo están los "aguinaldos a lo divino", con Rafael lzaza como uno de los compositores más abundantes e inspirados. A manera de ejemplo, ahí va una muestra: se titula "De contento" y dice así: "De contento voy cantando al Dios Niño celebrando. Himno.s de alabanza cantad de alegría en honor del Niño, que nos dio María. Cantos de alegría todos dirijamos, · al que está nacido, al que tanto amamos. Eres, oh Jesús, vida y consuelo, verdad y camino, que nos lleva al cielo".~ Y son "aguinaldos de parranc;la" los des– tinados a cantarse por calles y tertulias. Co– rresponden a motivos diversos, salpicados con ingenua picardía y devoción religiosa que en los días. de Navidad despierta. -31 """.'"
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