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Hoy me siento algo más hábil. La "patinata" decembrina es, valga la dis– tinción, un adviento profano. Niños y jóvenes inundan parques y plazas con sus patines y arrancan raudos, como si quisieran adelantar los días con sus carreras. Van callando las ruedecitas chirriosas pa– ra dejar paso al ritmo contrapunteado del aguinaldo, el villancico de estas tierras. Como regalo que debe conservar el en– canto del misterio, los aguinaldos únicamen– te se muestran una vez en público en los nueve días antes de Navidad. Se cantan en las llamadas "Misas de aguinaldo", hasta no hace mucho celebradas al rayar el alba, hoy a una hora conveniente de la tarde. Y los espectadores inconscientemente va– mos abriendo filas a un poderoso personaje: la hallaca, cantada por los mejores poetas de esta tierra y cuyo atributo más certero parece haber sido el de "multisápida". Tan caprichosa en sabores, como sumi– sa en la forma! Tan influyente es, que por haberse atrevi– do el partido adeco a invitar a la población a unas navidades blancas (recuérdese que el blanco es su enseña), el pueblo se volvió contra ellos alegando que las navidades de• bían ser siempre verdes, pues tal es el en– voltorio de la nacional hallaca. Aguinaldos son los regalos que los amigos se dan entre sí; los que el padrino da a su ahijado y el padre a sus hijos. Y aguinaldos se llaman las canciones de Navidad, caf)tados por parrandas de cantado~ -30-
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