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camiento de las aguas de este gran río: agri– cultura que ya no puede llamarse tal, por cuanto no se ve una brizna de tierra, y que más bien habría que hablar de "acuicultura", porque, como en los tiempos bíblicos, las aguas lo cubren todo; casas, que no tienen nada de arcas de Noé, y sí mucho de embar- , caciones hundidas, con unos moradores que luchan por salvarse del naufragio. El -hambre, la enfermedad, y por consi– guiente el fracaso escolar, son otros .tantos caballos apocalípticos que recorren los ran– chos de indígenas y.criollos, afincados en es- tos caños deitanos. ' ¿Esperar? Ya no esperan nada. Digo sí. El paso del tiempo, con el que irán recedien– do las aguas. Y este año, hasta de esto des– confiaron. Porque se metió la mano del hom– bre para hacer perdurar esta situación de de– sastre. Pasaba que un par de cargueros se habí.an entrampado en las arenas del río y para sacarlos no se vio mej_or solución que abrir la compuerta de Guri con generosidad dispendiosa. - . . Y los indígenas guaraúnos, conocedores de esto, me preguntaban: -Padre,· ¿qué vale más: un barco o nos– otros? - Yo comprendí que ellos ya se habían res– pondido y, por temor a no acertar con su res– puesta, opté hablar sobre los varios modos de sacar un barco sin tener que recurrir a esas medidas tan perniciosas para ellos. Concluí algo: que las aguas del Orinoco no eran libertad, sino esclavitud. ("Venezuela Misionera", 1975).

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