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Los aplausos, recios y prolongados, po– nían en evidencia que aquel deseo era de to– dos. Y por mi cuenta añado que era un deseo de bastante tiempo atrás. Basta recordar que ya va para veinte años, cuando el Ejecutivo organizó el primer concur:so de donde se esperaba dar con los orígenes de la ciudad. Otro tanto concluye quien haya visto la voracidad con que el deitano leía las páginas del último censo queriendo encontrar la ci– fra de habitantes que le posibilitara hacer sus reclamaciones respaldado por la Ley. Por fin otro detalle con marcadísimo signo rei– vindicativo: hace cosa de tres años se insti– tuyó un premio nada desdeñable para quien presentara el mejor "himno al Delta". · En la próxima ocasión les dará a conocer el que fue tenido por ganador. ¡Hasta creo haberlo oído por las antenas de radio de esta capital interpretado por el Coro del Colegio de las Hermanas ,Terciarias Capuchinas! A esto no se puede calificar de amagos o rabietas infantiles. Se trata sin duda de resoluciones y tomas de conciencia bien pensadas y queridas con hondura, a las que hay que dar un cauce. El- Delta -así lo ha exprésado repetida– mente- no quiere seguir siendo l.a pobre huérfana de hasta ahora, socorrida por la "caridad" de un pariente; prefiere ser hijo "pródigo", aunque sea con la necesidad tri– llándole el estómago. Así piensan los deitanos. ("Venezuela Misionera", 1974). - 252-
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