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El aventurar hace mal negocio a la cien– cia. Y el periodista aventura cuando afirma sin más que los indios están ahogados por un cin_turón opresor cuyas puntas mantienen los criollos y los misioneros. Los primeros con un sistema económico esclavizante y con su "imaginería" los otros. No conviene olvidar que cualquier inte– gración a otro ritmo de vida distinto del que se ha llevado hasta entonces no se consigue sin heridas y cicatrices. Como es una sospecha gratuita la afirma– ción del articulista cuando dice que el libro de la doctora (Los Waraos) sea la última pa– labra en la materia. Hay que hacerse a la idea de que para una cosa así se necesita algo más que un :Par de estancias de quince .días entre los indígenas. Los tratados aprendidos en las universidades valen, pero no suplen. Dan módulos de interpretación, pero los da– tos hay que recogerlos en su ambiente y ésto exige tiempo y convivencia. Exigencias todas ellas necesarias para decir algo sobre lo que son en la actualidad los waraos. ¡Cuan– to más se exigirá para hablar de lo que fueron! La última estocada que propina la da cuan– do afirma que "el mundo sonoro de estos indios permanece intocado". No estaría de más que de vez en cuanto se visitase las bibliotecas. Allf se encontrarían argumentos suficientemente claros para no dejar escapar afirmaciones de tal grosor. Ahora me viene a la mente una de las obras del P. Basilio de Barral, ofm. cap, y que se trata precisamente de eso, de un "cancionero". - 220-

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