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Y las voces, como digo, venían de sus hermanos de religión, de sus jerarcas y de esos mandamases del saber que llamamos psicólogos, antropólogos, teólogos ... Así estuvo enconchado mucho tiempo, pensando posibles sal.idas a su vida misio– nera, pero que fueran menos desastradas que las anteriores. • De sus rumias mentales le vino a dis– traer un quejido largo y profundo. Era un in– dígena qae venía en busca de la salud, una salud que se le marchaba a segundos. Se ne– cesitaba un médico. Orillando modos socia– les y sirviéndose de todas las tretas religio– sas, el misionero logró todo para aquel in– dígena. · A poco se enteró de que lo que había he– cho era prueba de un paternalismo occiden- · tal mal reprimido y peor curado. . ¿Y si no hubiera actuado? ¿Y si hubiera dejado que el otr0 hiciera? No, pero le habrían enjuiciado por deser- tor e incumplimiento de su labor de misio~ nero ... Esto de ser misionero es una trampa, por lo menos hoy en día. · i. Es una coartadarde la cual es bien difícil huir. El ser misionero sí que es una misión im- posible. · .. Menos mal -Y esto· 10 consolaba- que para Dios todo es posiblé. ' ("Venezuela Misionera", 1974). · -- 211 -

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