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Por otra parte, calificar la actuación reli– giosa en términos de "empresa", es decir, de sociedad mercantil e industrial, en el mismo orden que la "de los comerciantes", me pa~_ rece o un pecado contra la historia o un gesto de mala fe, lo que no quiero concebir en el_ autor. ¡Gracias de todos modos por darnos el ín– fimo consuelo de saber que no hemos sido los peores! En lo que se dice sobre_ la artesanía indí– gena, hay verdades a medias, tjue por eso mismo se convierten en mentiras. Hacer al Sr. Ornar Rodríguez -a quien reconozco su esfuerzo en pro del· indígena- fuente de to– das las bondades y mejoras, es una de ellas . . El cultivo de la artesanía indígena data de muchos años atrás. Las religiosas misioneras ya desde antaño (un antaño que se pierde por el 1926), hacían de la clase de "manuali– dades" una ocasión ,para que los niños y ni– ñas "internas" se dedicasen a cultivar sus habilidades propias, confeccionando los ob– jetos característicos de su pueblo. Todo aque– llo se exponía en la escuela como acto últi– mo de curso, quedando allí hasta el próximo año. Dichas exposiciones se mostraban con ocasión de festividades memorables, a los padres de los niños, o a personalidades dis– tinguidas, cuando visitaban aquellas tierras. Pero hay más• que esto. Fueron los misio– neros de Guayo y de Nabasanuka, quienes vieron en la artesanía un medio de sustenta– ción del indígena. Fueron ellos quienes hicie– ron ver esta posibilidad al indígena y le es– timularon. Fueron ellos quienes les consi– guieron. compradores en Caracas. Y fueron - 206-

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