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La mirada radiante del atleta contemplan– do sus trofeos es una aproximació_n de lo que debe ser el alma de un cristiano en estas circunstancias. Da contento contemplar las vitrinas casi totalmente ocupadas por méri– tos, que han requerido nuestras mas jóve– nes energías, y comprados a costa dé mucho sudor. Aquí sí que no tiene porvenirla deses– peración o la locura surgida de la percepción angustiante de las ocasiones no aprovecha– das. Más bien se aposenta en el alma una serena quietud y un reconocimiento 'al Señor porque ha querido hacer de uno, mensajero ,de su amor en el mundo. Por medio ·nuestro la concordia y el entendimiento han ganado posiciones ... · Los fallos, que hemos ido sumando a trá– vés de los días del año, hay que achacarlos sin 111ás a lo insuficiente de nuestra entrega - a Dios, a esas reservas mentales y de co– razón con que acogemos el llamado divino. El dolor no se hace esperar. .Pero está amasado de reposo, confianza y ganas de enmiendá. Del año que comienza, el cristiano pien– sa hacer un reducto donde se den toda clase de buenos frutos. Proyecta una excelente co– secha y por eso es que desde el primer ins– tante presta sus manos a la reaHzación de la tarea. Una ilusion acompaña cáda hora del día. ¡No es poco! · Es proverbial .que el anciano vive del re– -cuerdo mientras que el joven se alimenta de ilusiones; 0·10 que es igual: del mayor, es el ·pasado; mientras qué él futuro pertenece a los de edad más temprana. Aunque en otro sentido, es válido el apunte_ de que el cristia– no debe ser amante sobre todo del pasado• .....:...20 -

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