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·Y hay algo más profundo todavía, que es lo que dio por sentado tal proyecto cuando la verdad. no era esa. Suponía dicho pro– yecto que el sentido comunitario era algo primigenio en los guaraúnos. Y la verdad es que no es así. Estos aborígenes, por lo menos en el momento presente, tienen otras características, pero no el sentido de comunidad. Entre ellos existe, sí, la viven– cia de "grupo", mas no la de "comunidad", que son dos cosas bien distintas. Toda ran– chería tiene este esquema: un Jefe, todo poder, que "manda" a sus subalternos, im– poniendo duros castigos a los que se re– sisten. Paralelamente a este supremo po– der, hay otros, de tipo religioso-mágico, que por tener esta característica son más oprimentes. Unos y otros están libres de em– puñar machete, sin que por ello dejen de per• cibir enjundiosos rendimientos, los mejores. Traduciéndolo en términos de sociología, po– dríamos comparar este sistema al medieval "feudalismo". Esos rasgos de apariencia! comunidad, como es la de repartir la pesca que sobra o el ocumo que no se puede comer en el día, no es más que una forma de. intercambio. ¡Para que él me .dé cuando yo no pesque o no tenga nada! ¿Qué antes no era así? ¿Qué ha sido una corrupción de sus maneras de ser por parte de nuestros modos culturaíes? Un dato es cierto: entre las rancherías "no tocadas" existe esa .misma organización que narré antes. , Y sea como fuere, a la hora de proyectar hay que contar con lo que hay, no con lo que hubo. Esto es realismo. Lo otro, es idealis- mo de bachiller enlibrado. · ("La Religión", 1975). - 196-
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