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esos maleficios que están como suspendidos del cielo en espera del momento preciso y ordenado para apoderarse del incauto mortal y hacerlo infeliz ("joas"); y temen a todo lo que sea prestidigitación mágica ("bajan.a"). Y entre ellos hay un espionaje mudo, pero feroz; y ello con e.1 cálculado propósito de enterarse de quiénes son los poseedores de dones tan temibles y ponerse a salvo de sus furias. Y viene el distanciamiento, el recelo y la inevitable dispersión. Y la guerra y el devastador tormento síquico que diseca el alma y la cara del indígena. Es la magia el fuego devastador. Capaz de lo más, por cuanto su postura mental es como una enorme esfera pletórica, toda ella, de agentes maléficos, que esperán el más leve descuido para "hacerse' con el hombre, aniquilando su resistencia y manera de ser personales. Al warao de guayuco· y de cúriara con canalete,· 1e duele mucho el alma,· y no es tanto por la carencia sino por la plenitud. Lle– no su.• mundo mental de fuerzas que un día cualquiera le pueden estrangular. El warao -aunque otra cosa parezca a turistas y reporteros- es -un homqre de al– ma trepidante. · (La Religión", 1973).
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