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no por la comunidad a la que iban a ser des– tinados para trabajar. Por el más elemental indigenismo, creo que esto es todo un dispa– rate. Los líderes, de cualquier tipo que sean, han de salir de la comunidad y propuestos por ella. ¡Se trata de algo más que de escoger al más listo, venga de donde viniere! Por otra parte se designaba para esta fun– ción de promotor a jóvenes, creyendo quizá que el espíritu de empresa y la plenitud de fuerza eran los mejores instrumentos para transformar pueblos y conciencias, hechos de tradición, como son los indígenas. No solamente esto. Un porcentaje muy elevado de estos jóvenes promotores no eran ni' siquiera indígenas. Eran criollos y bien criollos. Que sabían seguramente de todo, menos de geografía y vida indígenas. Si a esto se añade el agravante de que este elemento joven estaba en su mayoría , fuertemente politizado, tendrán una pista pa– ra imaginarse el cuadro de desastre, que ac– tualmente está viviendo esta región deitana por lo que a promoción indígena se refiere. No creo que los iniciadores del plan de Amazonas caigan en tales comportamientos descritos antes. Pero ahí va dicho para que estén al corriente de los resultados de otro Territorio, el del Delta, donde igual que ellos, están tratando de buscar una solución para unos hombres, los indígenas, que merecen los mejores esfuerzos de la Nación. ("La Religiónll, 1975). - 170 -

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