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el árduo camino de la forja del carácter? ¿Quién está atento al despertar de su afec– tividad? ¿Quiér:i le da un consejo de amigo en los momentos de su rebeldía? ¿Quién le ayu– da a ser libre de verdad? ¿Hay muchos docen– tes que tratan de despertar en el eduoando .. los hábi_tos sociales de convivencia y gene– rosidad? Las interrogantes podrían multipli– carse casi al infinito, yá que casi infinitos son los vericuetos de una plena personali- . dad. Aquí _ya no se trata de cultivo intelec– túaJ; sino que es desarrollo .armónico, equi– librado y jerárquico de los múltiples compo– nentes de la persona humana: voluntad, afec– tos, sociabilidad, generosidad, convivencia, etc. Educar es instruir, sí,-pero es mucho más. Es atender a todo el complejo humano, que es mucho más que '.'racionalidad". De ahí su dificultad; y de ahí que su ejercicio esté au– sente casi por completo de nuestro ámbito, no ya deitano, sino nacional. Además que esto· implica serias exigen– cias a los educadores. Porque ya no se trata de ser "impersonales" transmisores de datos y números. A la hora de "educar" lo que;cuen– ta es la vida "personal" del educador. El muchacho acepta al "limpió'', al l<honesto", al "trabajador". Al que manifiesta con hechos propios los consejos que da a los extraños. ¿Cómo puede educar en la sobriedad al alum– no un· educa.dar consumidó por el vicio del alcohol? ¿Cómo puede prestar visión limpia de la vida, de las cosas, y de las personas uno que tiene el corazón turbio? Aquí veo yo el drama de nuestra educa-- · ción. Que la familia y la educación -en sus

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