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Caminamos a tientas. Y esto duele, no tanto por el cansancio que puede engendrar esta eindadura, sino por la angustia que reporta en el caminante. Así vemos que inuchos se desesperan. Gritan frenéticos implorando normas fijas, impera– tivos. bien definidos, reglas rectas y bien vi– sibles como camino del llano. Se teme a la oscuridad, angustia la incer– tidumbre, cansa la búsqueda de soluciones. Espanta la noche, aunque se sepa que es un estado intermedio, que es un paso para una luz más brillante. Es menester aceptarla. Di– .ría más: que es imprescindible como lo es el tiempo de gestación,. La noche es esperanza del día. La crisis es comienzo de bienestar. Es para confiar saber que fue "hacia la mitad de la noche" .cuando Yavhé puso en ejecución el proyecto que había formado de liberar a su pueblo de ta· esclavitud (Ex. 11, 4). Y qué consoladora es la Sabiduría (18, 14 ss) cuando nos comenta en los pasados días de la Navidad que "mientras un silencio apa~ cible envolvía las cosas y la noche llegaba a la mitad de su rápido curso, tu palabra omni– potente se lanzó del trono. regio". ¡Es alentador saber que la noche con sus crisis y espectros es un tiempo de prueba del que uno saldrá renovado! ("La Religión", 1974). -12-

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