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sencia las carantoñas y los melindres, des– de los besitos al aire hasta los juegos de luces, doblemente bonitos porque provenían de un "Mercedes". Sin duda todo aqúello quería expresar desconsuelo por la marcha . del esposo. A los espectadores forzados co– mo éramos los pasajeros aquello nos sonaba a otra cosa, y recordábamos aquello de "mu– jer de mucho gesto, mujer de poco hecho". Después de una cena abundante me reti– ré al camarote. Tenía prisa por saber qué era dormir en la litera_de un camarote de barco. Es un sentirse acunado por manos invisibles. Mal dormí las dos primeras noches. Más ello no se debió a que la impresión no fuera agra– dable. Es que habían pasado muchos años desde que mi madre me balanceaba para ha– cerme coger sueño y era esta ausencia tan prolongada la causante de mi· insomnio. Llegamos a Tenerife, y comprobé lo certe– ro de la canción cuando dice que esta isla "tiene seguro de sol". En luz natural abunda y de artificial no carece, pues su puerto pa– rece todo un alarde de fosforescencia. Yo iba rumbo a un país soñado: Vene– zuela. Pero antes arribamos a la histórica isla de la Trinidad. ¿Una clara advertencia? Una idéntica impresión nos embargaba a los dos compañeros cuando pusimos el pie en La Guaira. lbamos a promocionar. a unos hom– bres, pero lo ibamos a hacer con unos medios descubiertos hace dos mil años. Algo tan an– tiguo como el Evangelio era la lanzadera pa- , ra un futuro más feliz y próspero. (,.Mensajero Seráfico", 1970). - 110 -
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