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jeres que ayudarían con todo lo suyo a la me– jora del campo de Dios. El tiempo ha ido clarificando lo feo del panorama. Y ha ido repartiendo razones a unos y sinrazones a los más. Y a todos· hace una advertencia para que en el futurp se guar– de más compostura. A modo de ejemplo, sirva el siguiente: En la zona de Caracas trabajan actualmente más de una treintena-de religiosas en esas crea– ciones de última hora llamadas Vicarías, y de las cuales ·en la periferia de Caracas hay has– ta nueve. Estas religiosas vicarias atienden veintidós barrios . .Llevan a Dios por los. ce– rros empinados, atendiendo a enfermos, bau– tizando, cuando falta el sacerdote, dando la éomunión, enseñando el catecismo, llevando a esos hombres de la orilla calor y comida. Tal es así que una periodista que fue a husmear en uno de esos callejones quedó tan sobrecogida por la labor e_xhaustiva de aque- - llas religiosas, entre aquellos caraqueños de– jados de todas las manos, que en la inmediata crónica que escribió hablaba de ·"tres muje– res sacerdotes en Caracas". Nada, que cuando se veían todas las puer– tas que comunicaban con el exterior cerra– das, de pronto aparece una ventana abierta por donde se filtra luz suficiente para cami– nar, aunque no sea a la perfección. · · ("Mensajero Seráfico", 1972). - 100 -
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