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quiere depender de nadie y cree que negando a Dios se libera de un peso que le oprime. Esta causa fundamental está mantenida según los casos: a) Porque no se halla una explicación matemática o comprobación científica. b) Por una edu.cación laica en la que solamente se ve la caricatura, no la idea verdadera de Dios. c) Por una tendencia a hacer a Dios responsable de la mala conduc– ta de los creyentes. d) Por la comodidad material, para evitarse temidas complicaciones. La reaUdad del ateísmo demuestra que a Dios no se le encuentra, de hecho, con la inteligencia, mientras no se le busca con toda la vida. El mejor modo de conocer a Dios está en la entrega vital a sus re– querimientos paternales. Esta entrega se verifica en una vida de íntima religiosidad, de pureza de corazón y de amor confiado, unido todo a la oración. Una inteligencia así purificada descansa en la bienaventuranza predicada por Jesús: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8). LECTURA LOS SATELITES ARTIFICIALES Nd HABLAN CONTRA DIOS Los intentos de depurar la religión, para adaptarla a los tiempos modernos, han sido interpretados por los representantes oficiales del ateísmo soviético como una prueba de la insinceridad de los teólogos y como un ardid apologético. llitchev, en su célebre informe, previene a sus lectores, recordando las frases de Lenín: La adop– ción de otra ideología por parte de las organizaciones religiosas-son sus palabras– equivale a una poda de la religión, y habrá que reactivar las precauciones frente a una religión así «podada», por ser todavía más peligrosa. Ilitchev, como es en él normal y consigna, se aprovecha de las autocríticas que los católicos o los cristianos ejercitan sobre la fe y la religión. Cita expresamente un texto de Daniel-Rops en el que se hace un reconocimiento público del ateísmo de los intelectuales y de la extinción de la creencia y de la conciencia religiosa en la vida práctica de millares de hombres. Lo que Daniel-Rops confiesa con dolor, como un mal de perdición, Ilitchev lo recoge hábilmente como un testimonio de triunfo del ateísmo y como una evolución perfecta y progresista de la humanidad. El equívoco de Ilitchev salta a la vista. Pretende involucrar dos cuestiones que nada tienen de común, a lo menos cuando se abordan con rigor y espíritu científico e intelectual elevado. Es cierto-¿cómo podríamos negarlo?-que se han atribuido a factores religiosos algunos efectos de los que se desconocía la causa. Pero esta atribución nada tiene que ver con la religión en su sentido auténtico, ni entra en su esfera. El sofisma de Ilitchev se funda en la falsa creencia de atribuir el origen de la religión a la falsa 53
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